“…Vana era la provocación de eventos;

nada en el interior respondía a un estímulo exterior,

ningún nervio era afectado y no surgía reacción alguna.

Mas su cuerpo todavía veía y se movía y hablaba;

comprendía sin la ayuda del pensamiento,

decía cuanto era necesario ser dicho,

hacía cuanto era necesario ser hecho.

Allí no había persona tras el acto,

ni mente que escogiera o aprobara la palabra apropiada:

todo funcionaba como una idónea máquina infalible…”