HUELLAS
Una mirada
Cajas chinas
Veo en Savitri el juego de espejos interminable de la creación. Veo como asciende mundo tras mundo para llegar en lo más alto a Nada, un vacío, un gigantesco espejismo. Luego, el mundo del Alma, como un núcleo del Ser en la Creación, como un pasaje hacia el ÚNICO REAL desde fragmentos crecientes de Sí. Lo demás, un sueño… y otro… y otro, como cajas chinas.
Miro mi ser y veo exactamente eso. Los llamados mundos concretos, sueños de la mente… y sin embargo, qué apariencia tan convincente… ¡y son nada! Solo su substancia Es, y ese Ser queda oculto a la vista ¡es tremendo!
Y entonces… esta otra base de Ser ¡tan ligera! Tan aparentemente sutil e inconsistente… ¡y es lo único que Es! Y nosotros empeñados en ignorarlo ¡Es increíble!
Es este Ser Dulce, Calmo, Fuerte, Silencioso, Alegre “per se”, despreocupado, feliz por derecho propio, el que tiene que sacar de su hipnosis eónica al Ser-Substancia de los mundos “concretos”, despertar al Dios en la materia.
¡Qué aventura! ¡Qué pasada! ¡Qué maravilla! ¡Qué difícil! Solo El Sabe, el Dios aquí. Solo El puede hacerlo.
Nuestra parte es quererlo. ¿Y por qué no querer lo Bueno, lo Perfecto, lo Maravilloso?
Una mirada
Una mirada
Miro los cristales que tengo aquí, variedades de cuarzo la mayoría. Siento, más que pienso, el infinito orden que albergan; trillones de átomos asociados en un esquema repetitivo pero creciente, vibrantes, ¡vivos!…
Enseguida recuerdo los sistemas de cristalización, y de ahí paso al científico que tuvo la aguda intuición para describirlos y me regocijo ante el descubrimiento, inmerso en la actitud verdadera, espontánea ante el descubrimiento:
En primer lugar, reconozco que eso que descubro, Es. ¡Ya Es!.
En segundo lugar, eso que describo, eso que descubro, ha tenido la Posibilidad de ser.
En tercer lugar, eso que observo, que me maravilla, ha tenido la Voluntad y el gusto de ser lo que es y no otra cosa, y no otra forma…
Hay un reconocimiento, un reconocerse a sí mismo en eso y postrarse ante su belleza, que es la tuya propia, pues al fin y al cabo eres un poco de materia que, complejizada infinitamente más que el propio cristal reconoce en él esa misma Voluntad de ser que advierte en sí misma.
Así, la descripción de la Naturaleza, la ciencia, se convierte en una puerta abierta al gozo, simplemente es luz y gozo, expresión del Ser Psíquico, una forma de mente que no pierde, no puede perder, por su propia esencia, su consciencia de Unidad con el Todo.
Cuando se ha gustado aunque sea brevemente de la forma verdadera de acercarse a la Naturaleza, simple, abierta a la sorpresa, re-conocida, contactada íntimamente, venerada, amada, se produce una pena infinita al recaer en el modo común de observar el mundo, distante, rígido, frio, extraño, interpretado, no contactado, como si el observador fuera ajeno a ello. La ciencia de la edad de Hierro (de la que estamos saliendo) es una cárcel para el alma, un “evangelio de la muerte” donde se constriñe lo observado a unas leyes frías, inexorables, fruto de un “azar” todopoderoso, es decir, de una ignorancia querida, y se mata al verdadero observador. Solo el declinante poder de un sortilegio mantiene aun al ser humano uncido a esta forma superficial, auto-escindida y terrible de mirar el mundo.
Cultivo pues la mirada simple, la mirada nueva, la alegría de ser porque si, en una perfecta continuidad entre el adentro y el afuera.
Todo es camino
Se llega a un punto en el que arrecian las dificultades a la vez que se establece una base sólida de Presencia Divina. Un momento en el que se requiere elegir de forma continuada el gobierno de la Consciencia frente a lo que acostumbramos llamar “natural”.
Las cosas “graciosamente satisfactorias” propias de nuestra condición semianimal se revisten de un atractivo prístino, virginal, como para que la elección se haga frente a la versión más luminosa “inocente” y atractiva de la vieja forma de estar en el mundo, dando por hecho que lo “natural” es lo correcto, lo bueno, lo saludable en todo caso.
Ese natural es el estado que estamos en vías de dejar atrás de forma perentoria. Ya no tiene la sanción del Alma para todo aquel que ha visto algo, que ha vislumbrado de algún modo lo que viene.
Es un momento fuerte, porque es el planeta y de alguna manera el Cosmos, a través nuestro, el que está en proceso de verse, de vivirse de forma profundamente novedosa.
La evolución, eso tan natural, es así. Cuando un elemento, un principio nuevo entra en el ámbito terrestre, todo se desorganiza para dar cabida a lo nuevo. Así la oscura Nada dejó paso a la materia, la materia tuvo que despertar a la vida, la vida ser domeñada por la mente… y ahora lo natural es que la mente se pliega silenciosa ante la Consciencia naciente. Siempre es una revolución, y una «catástrofe» a los ojos de la vieja forma. La diferencia entre los cambios anteriores y el que está en curso es que hay elementos conscientes testigos del cambio, nosotros. Y podemos colaborar.
Estamos llamados a vivir ese paso con intrépida calma, aceptando lo que se viene a cada quién en su devenir, que siempre será “su” devenir aunque forme parte de un acontecimiento colectivo.
Esta aceptación sin condiciones, que supone una cesión activa del control al Devenir mismo (por parte del elemento controlador de la etapa que termina: la mente) es la que ahora tiene la sanción del Alma y por tanto la que, en medio del fragor del cambio, permite vivir en armonía con todo y todos.
El “natural” naciente es de otro orden de realidad. La confrontación, la lucha por sobrevivir dan paso a una clase de Armonía incomprensible para la mente, que es esencialmente polar.
Es por eso que lo que tiene una mentalización escasa responde con mayor rapidez a la nueva vibración que impregna la atmósfera. Los animales, las plantas, ya están dando muestras de una receptividad intensa a este nuevo estado de Consciencia planetario, que va dosificando su fuerza transformadora para no causar demasiados estragos en lo que se agarra al pasado.
Podemos ver gente jugando con tiburones en su medio natural o dejando que arañas paseen por sus brazos… Los niños vienen con una consciencia muy superior a sus padres, que más que educarlos, se convierten en asombrados acompañantes y aprendices de mundo nuevo…
No es posible dar receta alguna para este proceso porque tiene la particularidad de ser único e intransferible para cada individuo. Exponer de algún modo como le va a uno, si que puede estimular o ser de ayuda a otros en su maravillosamente propio proceso.
Todo es Camino.