“…Una mirada decide nuestro desequilibrado destino.

Así, en la hora que a ella más le concernía,

paseante distraída por la lenta mente de superficie,

la descuidada exploradora bajo sus atentos párpados

admiraba indiferente la belleza y no se preocupaba

de despertar el espíritu de su cuerpo a su rey.

Así pudiera ella haber pasado sobre las ignorantes vías de la suerte

desperdiciando la llamada del cielo, desperdiciando el propósito de la vida,

pero el dios tocó a tiempo su alma consciente.

Su visión se fijó, captó y todo experimentó un cambio…”