“…Había pasado la desazón de la ciega oscuridad

y toda la tristeza de la noche quedaba aniquilada:

sorprendida por una ciega alegría de manos a tientas

como quien al despertar encuentra sus sueños hechos ciertos,

en un feliz brumoso mundo de penumbra

en donde todo corría tras la luz y la alegría y el amor

se deslizó; allí embelesos remotos se tornaban próximos

e intensas anticipaciones de deleite que,

por siempre ansiosas de ser captadas y prendidas,

jamás lo eran, a pesar de exhalar un extraño éxtasis…”