“…Allí la irrealidad era dueña de la naturaleza

se trataba de un espacio donde nada podía ser cierto,

porque nada era lo que había anunciado ser:

una elevada apariencia envolvía una engañosa vaciedad.

Pero nada quería confesar su propio fingimiento

incluso a sí mismo en el ambiguo corazón:

una vasta decepción era la ley de las cosas;

solo mediante esta decepción podían vivir…”