Libro 2. Canto 7. Seccion 2
“…Allí la irrealidad era dueña de la naturaleza
se trataba de un espacio donde nada podía ser cierto,
porque nada era lo que había anunciado ser:
una elevada apariencia envolvía una engañosa vaciedad.
Pero nada quería confesar su propio fingimiento
incluso a sí mismo en el ambiguo corazón:
una vasta decepción era la ley de las cosas;
solo mediante esta decepción podían vivir…”