“…Toda la naturaleza arrancada de su marco y de su base

era retorcida hasta una postura antinatural:

la repulsión estimulaba el inerte deseo;

la agonía era aderezada para el gozo como una rojiza comida especiada,

al aborrecimiento le fue confiado el trabajo del deseo

y la tortura adoptaba la forma de un abrazo;

un rirual de angustia consagraba la muerte;

la adoración se ofrecía al Antidivino…”