“…Ostentar poder, ser el amo, era la única virtud y bien:

reclamaba el mundo entero como salón de estar del Mal,

que su siniestro partido totalitario reinara

el cruel destino de las cosas que alientan.

En calle y en casa, en consejos y en tribunales

encontraba a seres que parecían como hombres vivos

y que se elevaban con su palabra sobre altas alas del pensamiento

pero que acogían todo lo que es infrahumano, vil…”