“Era un tranquilo ámbito de mente anquilosada,

aquí ni la vida ni la voz de la pasión eran ya todo;

el grito del sentido se había difuminado en el silencio.

No había alma ni espíritu sino la mente sola

que proclamaba ser el espíritu y el alma.

El espíritu se veía a sí mismo como una forma de la mente,

perdido él mismo entre la gloria del pensamiento,

una luz que no dejaba ver el sol…”