“…En la vasta inmovilidad silenciosa de su espíritu

no medía su pérdida con desvalidos pensamientos,

ni desgarraba con lágrimas los marmóreos sellos del dolor:

todavía no se levantó para enfrentar al terrible dios.

Luego súbitamente le aconteció la transformación

que en tremendos momentos de nuestras vidas

puede en ocasiones sobrevenir al alma humana

y aproximarla a su luminoso origen…”