“…En el sofocante agobio de esa formidable Nada

la mente no podía pensar, ni el aliento respirar, el alma

carecía de recuerdo o de percepción de sí; parecía

un hueco abismo de estéril vaciedad,

No había nadie con ella en la espantosa Vastedad:

ya no veía al impreciso formidable dios,

sus ojos habían perdido a su luminoso Satyavan.

Mas no por eso desfallecía su espíritu…”